La linterna de Diógenes

Literatura. Arte. Cine. Política. Filosofía. Historia.

9.6.07

A PROPOSITO DE LA PRIMERA NOVELA DE PROCHAZKA (3/6/2007)








Casa

Autor: Enrique Prochazka (Lima, 1960)

451 Editores. Madrid, 2007.

    



         Nuestra vida se desarrolla en un plano real y otro imaginario.

         Cuando el real no es soportable nos vamos al imaginario y cuando el imaginario nos aliena demasiado regresamos al real.

         Borges lo sabía muy bien y tenía unos largos brazos verbales para asirse a la casa materna y una vista muy corta que le permitía salir a la amplitud de los espacios del Aleph. Prochazka también lo demostró en sus primeros cuentos y ahora en su novela Casa.

         Casa es un espacio donde es difícil mantenerse de pie a no ser que uno acepte su propia locura como algo necesario para superar la vida. Sólo un loco muy cuerdo es capaz de escribir una novela como Casa. El relato es intenso y lleno de asociaciones freudianas.

         A veces lo fantástico llega a condicionar la realidad; yo vi morir al actor Michel Piccoli en un accidente de tráfico de una de sus películas y desde entonces consideré que había muerto realmente y cada vez que lo vuelvo a ver interpretando a otro personaje sé positivamente que se trata de su fantasma. Algo parecido ocurre en la novela de Prochazka, porque ha incorporado todos sus fantasmas a la realidad.

         Lo trágico de la condición humana es que lo real tiene tendencia a desaparecer y lo imaginario tiende a permanecer, se trate del amor, el placer o la alegría. Esa constatación nunca nos compensa de la pérdida, más bien nos frustra; cuando una estatuilla de cristal de Murano se nos cae y se hace trizas sabemos que su imagen invisible permanecerá eternamente como el recuerdo de un aroma, pero jamás recuperaremos la sensación que tuvimos del cristal en nuestras manos un segundo antes de que se nos cayera. Hal, el protagonista de Casa, se encuentra en una situación aún peor porque también ha perdido la memoria.

         Hal Durbeyfield, narrador y protagonista, es un artista polifacético, pintor, poeta, dramaturgo, pero sobre todo arquitecto. El diseño de su extraña casa habría sido la gran obra de su imaginación y pareciera que la había dotado de ciertos atributos humanos porque es incesante la voluntad de comunicación que expresan sus muros y el comportamiento de la luz en su interior como si estuviera habitada por un espíritu deseoso de manifestarse físicamente. En este aspecto nos recuerda ese angustioso cuento de Julio Cortázar titulado "La casa tomada".

         Una caída, un golpe en la cabeza, tal vez un intento de suicidio, le provoca la amnesia de los últimos quince años vividos imaginariamente recluído en su habitación y le obliga a recuperar su realidad partiendo de unos cuantos datos imprecisos. Para ello Hal debe renunciar a la imaginación para volver a ser un hombre normal en una casa normal. Ya no quiere imaginar, quiere entender lo que le ocurrió durante ese lapso de tiempo que estuvo ausente, es decir, va a buscar la realidad desde la imaginación y la clave para esa tarea tan compleja está en la propia casa que guarda, de la misma manera que un ser humano, su íntima cámara secreta. El Sancta Santorum era, como es natural, un poema revelador del principal misterio, del dolor que yacía, fea palabra, oculto.

         En la casa había dispuesto incómodos artefactos, como guardianes de ese algo ignoto y valioso, "espantapájaros" que impedían el diálogo de sus ocupantes. Hal después del accidente doméstico, se sumerge en la realidad pero sin la memoria de todo lo que ha roto su vida anteriormente, luego es un loco fantástico, su imaginación tiene un espacio-tiempo absolutamente libre para volar. Y nos va desgranando su agobiado pensamiento. Es una novela compleja y contradictoria como el propio ser humano.

         Hal había logrado eso tan difícil que es mantenerse en la irrealidad, se había recluído en un mundo amplio imaginario dentro de un espacio pequeño real. La causa no había sido una agorafobia o una misantropía patológicas, sino la angustia insoportable producida por una pérdida irreparable que la casa misteriosamente se empeñaba en transmitirle.

         Su ente imaginario era Alguien distinto a él mismo creado por él con todas las costumbres y ritos ancestrales, con todos los tabúes latentes que arrastra el ser humano, desde los más dulces a los más aberrantes, como el sacrificio o el incesto. Y la casa es el gran templo de esa arquitectura que se convierte en mística, de un estilo bautizado como "albismo" que es la reunión del Todo o la Nada, como las planicies heladas de Alaska.

         La casa imaginada ha sido siempre el sueño primigenio del hombre, es como el intento de diseñar el propio útero. Cuando la casa significa frustración se vuelve insoportable. El problema de Hal es haber decidido volver a vivir la realidad, como Sísifo, por cruda que pudiera ser, transitar una y otra vez los laberintos de la mente, o de la casa que proyectó su mente.

         De Enrique Prochazka sólo se conocían unos cuentos publicados en Lima ("Un único desierto" Editorial Australis, Lima 1997). Casa, que ahora se publica en España, es su primera novela, también publicada en Lima anteriormente (Lluvia Editores, 2004) y distinguida como la mejor obra literaria del año editada en el Perú. Posteriormente ha publicado otro libro de relatos titulado "Cuarenta sílabas, catorce palabras" (Lluvia Editores, Lima, 2005).

         El autor es reacio a pertenecer a cualquiera de los grupos literarios de la capital peruana, va por libre desde niño. "Mi padre -hijo de inmigrantes checos infiltrados en la selva o la puna- me enseñó a subir cerros, a hacer nudos, a trabajar madera, a reparar motores". Es lo que Enrique Prochazka ha continuado haciendo a través de la literatura. Ahora no escatima herramientas para levantar sus construcciones gramaticales y sorprende oirle decir que escribe en PowerPoint. Leyendo su obra no nos extraña que se valga de esa aplicación informática que es más visual que textual porque trabaja las palabras como si fueran objetos, como "si hiciera nudos, trabajara la madera o reparara motores".


Leopoldo de Trazegnies Granda