La linterna de Diógenes

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23.6.07

LA LETRA CON SANGRE ENTRA




España es uno de los pocos países del mundo que no tiene letra del himno nacional y una bandera que no ha sido originada por la Constitución vigente como la de México o Francia sino que es un emblema de la Armada, que Carlos III tomó prestado en 1785.

Ya vemos como lejanos y anacrónicos los sórdidos tiempos del general felón que algunos PPeros se empeñan en resucitar. La originalidad de nuestra democracia actual radica en ser más universales que los países que necesitan basar su identidad en símbolos, insignias y banderas.

Cuanto más intolerante, atrasado y autoritario sea el país, más símbolos necesita. Baste recordar a los nazis, los falangistas, o la atrasada Letonia donde dos aficionados al futbol por haber cogido una bandera de un poste en el último partido contra España han sido encarcelados y están pendientes de un juicio que les puede costar tres años de carcel. ¡Porque la bandera es sagrada! Tiene cojones. Así van los fachillas pperos con la banderita de España en la correa del reloj. A los demócratas no nos hacen falta esos sacramentos.

Las banderas y los himnos se han creado para echárselos a la cara a los enemigos, sin enemigos los símbolos no sirven para nada. "La letra con sangre entra", nunca mejor dicho en el caso de los himnos. Por tanto, antes de crear letras para el himno deberíamos preocuparnos en tener menos enemigos.

No estoy de acuerdo en que se rompa la universalidad de un himno sin letra simplemente porque los deportistas quieran cantar como los demás su himno patriotero antes de empezar los partidos. Si tienen tanto interés en hacerlo que canten el "Happy Birthday" pensando en sus hijos y esto los autorizaría hasta para emocionarse poniéndose la mano en el pecho como cantan los americanos que parece que se quisieran arrancar el corazón, así son de bestias. Pero la España culta, progresista y de espíritu republicano, no puede perder su identidad cosmopolita, abierta y universal por razones deportivas, aunque a la "otra" España le gusten tanto las banderitas y los himnos nacionales.

Por otra parte, aún en asuntos deportivos no está muy claro que lo necesitemos, porque por ejemplo, cuando juega el Betis contra el Chelsea los sevillistas antibéticos desean que gane el Chelsea y viceversa cuando juega el Sevilla contra el Liverpool los béticos antisevillistas estaríamos tentados de entonar el himno del Liverpool, sobre todo porque de allí eran los "Beatles" y nos sentimos más identificados con los "Beatles" que con los sevillistas. Poco nos importa el espíritu nacional ante la escuadra británica. Esta situación se puede extender a Madrid, Barcelona o a cualquier otra capital bipolar. Se diga lo que se diga no se trata de un defecto hispánico sino de la virtud de una ciudadanía madura que pasa de nacionalismos absurdos.


Por tanto, repito, no estoy de acuerdo en que se busque una letra para el himno nacional, está muy bien como está. La II República instituyó el himno de Riego y me parece que fue uno de los pocos errores que cometió nuestra civilizada II República, no lo repitamos por razones futboleras.


Los himnos nacen con objetivos excluyentes, a los primeros que excluyen es a todo el resto de países de la Tierra, nada menos, en segundo lugar hay algunas ideologías políticas que aprovechan los himnos para lanzar sus consignas partidistas, en tercer lugar excluyen a los propios aborígenes que no se identifican con lo que allí se dice.

En todo caso, si se empeñan en dotar con una letra al himno nacional yo propongo que se le encargue a "Les Luthiers" que ya escribieron el de Argentina, de esa manera al menos tendríamos una letra jocosa que nos liberaría de pasar por provincianos patrioteros en esta nueva aldea global.


9.6.07

A PROPOSITO DE LA PRIMERA NOVELA DE PROCHAZKA (3/6/2007)








Casa

Autor: Enrique Prochazka (Lima, 1960)

451 Editores. Madrid, 2007.

    



         Nuestra vida se desarrolla en un plano real y otro imaginario.

         Cuando el real no es soportable nos vamos al imaginario y cuando el imaginario nos aliena demasiado regresamos al real.

         Borges lo sabía muy bien y tenía unos largos brazos verbales para asirse a la casa materna y una vista muy corta que le permitía salir a la amplitud de los espacios del Aleph. Prochazka también lo demostró en sus primeros cuentos y ahora en su novela Casa.

         Casa es un espacio donde es difícil mantenerse de pie a no ser que uno acepte su propia locura como algo necesario para superar la vida. Sólo un loco muy cuerdo es capaz de escribir una novela como Casa. El relato es intenso y lleno de asociaciones freudianas.

         A veces lo fantástico llega a condicionar la realidad; yo vi morir al actor Michel Piccoli en un accidente de tráfico de una de sus películas y desde entonces consideré que había muerto realmente y cada vez que lo vuelvo a ver interpretando a otro personaje sé positivamente que se trata de su fantasma. Algo parecido ocurre en la novela de Prochazka, porque ha incorporado todos sus fantasmas a la realidad.

         Lo trágico de la condición humana es que lo real tiene tendencia a desaparecer y lo imaginario tiende a permanecer, se trate del amor, el placer o la alegría. Esa constatación nunca nos compensa de la pérdida, más bien nos frustra; cuando una estatuilla de cristal de Murano se nos cae y se hace trizas sabemos que su imagen invisible permanecerá eternamente como el recuerdo de un aroma, pero jamás recuperaremos la sensación que tuvimos del cristal en nuestras manos un segundo antes de que se nos cayera. Hal, el protagonista de Casa, se encuentra en una situación aún peor porque también ha perdido la memoria.

         Hal Durbeyfield, narrador y protagonista, es un artista polifacético, pintor, poeta, dramaturgo, pero sobre todo arquitecto. El diseño de su extraña casa habría sido la gran obra de su imaginación y pareciera que la había dotado de ciertos atributos humanos porque es incesante la voluntad de comunicación que expresan sus muros y el comportamiento de la luz en su interior como si estuviera habitada por un espíritu deseoso de manifestarse físicamente. En este aspecto nos recuerda ese angustioso cuento de Julio Cortázar titulado "La casa tomada".

         Una caída, un golpe en la cabeza, tal vez un intento de suicidio, le provoca la amnesia de los últimos quince años vividos imaginariamente recluído en su habitación y le obliga a recuperar su realidad partiendo de unos cuantos datos imprecisos. Para ello Hal debe renunciar a la imaginación para volver a ser un hombre normal en una casa normal. Ya no quiere imaginar, quiere entender lo que le ocurrió durante ese lapso de tiempo que estuvo ausente, es decir, va a buscar la realidad desde la imaginación y la clave para esa tarea tan compleja está en la propia casa que guarda, de la misma manera que un ser humano, su íntima cámara secreta. El Sancta Santorum era, como es natural, un poema revelador del principal misterio, del dolor que yacía, fea palabra, oculto.

         En la casa había dispuesto incómodos artefactos, como guardianes de ese algo ignoto y valioso, "espantapájaros" que impedían el diálogo de sus ocupantes. Hal después del accidente doméstico, se sumerge en la realidad pero sin la memoria de todo lo que ha roto su vida anteriormente, luego es un loco fantástico, su imaginación tiene un espacio-tiempo absolutamente libre para volar. Y nos va desgranando su agobiado pensamiento. Es una novela compleja y contradictoria como el propio ser humano.

         Hal había logrado eso tan difícil que es mantenerse en la irrealidad, se había recluído en un mundo amplio imaginario dentro de un espacio pequeño real. La causa no había sido una agorafobia o una misantropía patológicas, sino la angustia insoportable producida por una pérdida irreparable que la casa misteriosamente se empeñaba en transmitirle.

         Su ente imaginario era Alguien distinto a él mismo creado por él con todas las costumbres y ritos ancestrales, con todos los tabúes latentes que arrastra el ser humano, desde los más dulces a los más aberrantes, como el sacrificio o el incesto. Y la casa es el gran templo de esa arquitectura que se convierte en mística, de un estilo bautizado como "albismo" que es la reunión del Todo o la Nada, como las planicies heladas de Alaska.

         La casa imaginada ha sido siempre el sueño primigenio del hombre, es como el intento de diseñar el propio útero. Cuando la casa significa frustración se vuelve insoportable. El problema de Hal es haber decidido volver a vivir la realidad, como Sísifo, por cruda que pudiera ser, transitar una y otra vez los laberintos de la mente, o de la casa que proyectó su mente.

         De Enrique Prochazka sólo se conocían unos cuentos publicados en Lima ("Un único desierto" Editorial Australis, Lima 1997). Casa, que ahora se publica en España, es su primera novela, también publicada en Lima anteriormente (Lluvia Editores, 2004) y distinguida como la mejor obra literaria del año editada en el Perú. Posteriormente ha publicado otro libro de relatos titulado "Cuarenta sílabas, catorce palabras" (Lluvia Editores, Lima, 2005).

         El autor es reacio a pertenecer a cualquiera de los grupos literarios de la capital peruana, va por libre desde niño. "Mi padre -hijo de inmigrantes checos infiltrados en la selva o la puna- me enseñó a subir cerros, a hacer nudos, a trabajar madera, a reparar motores". Es lo que Enrique Prochazka ha continuado haciendo a través de la literatura. Ahora no escatima herramientas para levantar sus construcciones gramaticales y sorprende oirle decir que escribe en PowerPoint. Leyendo su obra no nos extraña que se valga de esa aplicación informática que es más visual que textual porque trabaja las palabras como si fueran objetos, como "si hiciera nudos, trabajara la madera o reparara motores".


Leopoldo de Trazegnies Granda